Entraba lentamente, nunca tenía prisa y no sabía lo que significaba. Su coche era normal, del montón. Se conformaba con que le llevase y le cantase algo por el camino. Demoraba al máximo tanto el viaje como el retorno y en los atascos era el único que permanecía impasible. Tampoco le importaba llegar tarde al trabajo, siempre lo hacía. Tenía más poder que su propio jefe aún siendo un empleado más. Él sabía que su trabajo era de gran calidad y que no estaba de más trazarse su propio horario. En su rostro había algo que te decía que era de esas personas que no paraban de pensar, analizar y organizar y a pesar de no demostrarlo siempre, normalmente era así como funcionaba. Sólo se concentraba en detalles puntuales mientras el resto de actividades que realizaba parecían ejecutadas de forma mecanizada. Hiciera lo que hiciera siempre pensaba en lo que él quería.
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