En la feria ya era la hora de cerrar. Miss Carrusel, apodada así por los "chicos malos" que se reunían en los coches de choque, se paseaba sonrriente como siempre entre los caballitos de su atracción. Tenía el rostro más perfecto que yo había visto en mi vida. Cada año la observaba cuando venía en la semana de la fiesta municipal. Nunca fui capaz de dirigirle una palabra. En una ocasión me miró y yo la miré a ella. Eso fue lo más cerca que estuve de la mujer más bella del mundo. Sólo me costó unas cuantas vueltas en el carrusel. El aire me dijo que se llamaba Azucena.
Bellos amores esos. Yo también me he enamorado alguna vez de una feriante hippie. La verdad es que son irresistibles, jeje. E inalcanzables, por cierto.
ResponderEliminarTe miran de esa manera tan libre, tan cautivadora, tan sin prejuicios, que a uno le dan ganas de ponerse un sombrero, un pantalón de lino y una camisa por fuera, e irse a una isla a vivir con ella. Un saludo!