En ocasiones su ritmo vital se desajustaba por completo. Dormía de día, vivía de noche, no era capaz de controlarlo. Hacía cualquier cosa para intentar no dormir, si pudiera elegir no dormiría nunca. Dormir es perder tiempo de vida, algo así debería pensar Sinclair.
Tic-tac, tic-tac, tic-tac... ya no sabía lo que hacer. Estaba tirado en el sofá jugando al ajedrez online con un venezolano que le estaba dando una auténtica paliza, seis de seis perdidas. Volvió a perder y se levantó. Se puso los pantalones vaqueros de casi todos los dias y bajó a la calle. Era Viernes noche, quizás aun podría encontrar algo de fiebre suelta por las calles de su ciudad. Entró en el
Sunset a eso de las dos y media y pidió un malta doble sin hielo y después otro, y otro más. Una hora después seguía allí. Se le acercó un viejo conocido, no me refiero a una persona conocida desde hace tiempo sino a una persona vieja en el sentido literal y que mas o menos conocía.
-¿Que tal Sinclair? ¿Bebiendote la vida?
-¿Cómo estas viejo Bob?
-Yo nunca estoy bien. Me atrevería a decir que nunca lo estaré. Hacía mucho tiempo que no hablamos Sinclair. Apenas se te ve el pelo. Dicen que tienes una de esas enfermedades raras ¿Es verdad Sinclair?
-Yo no tengo nada. Lo único que me pasa es que me cae mal la gente y tu también. He venido a beber y a escribir y pensándolo bien no quiero que tú formes parte de esta historia, desaparece Bob.
-¿Otra copa señor?
-¿Qué?
-Que si quiere otra copa.
-Ah... uff, ¿Cuántas llevo?
-No sabría decirle señor.
-¿No piensan cerrar?
-Es usted quién abre y cierra señor. Todo aquí pasa a gusto de usted señor, ¿No se ha dado cuenta?
-¿Y por qué duda entonces si me apetece otra copa más?
-Creo que no me ha entendido bien señor. Yo no dudo, es usted.